Píldoras Jerez 2017 (2): La cura para el hooliganismo

Existe un lugar mágico donde el hooliganismo en el motociclismo se puede curar.

Nacho González

Píldoras Jerez 2017 (2): La cura para el hooliganismo
Píldoras Jerez 2017 (2): La cura para el hooliganismo

Tras confirmar la jerarquía del merchandising en la coyuntura actual de MotoGP e instalarnos en la acampada (benditas tiendas que se montan en dos segundos), nos dirigimos hacia el circuito para ver las segundas sesiones de entrenamientos libres, ya que las FP1 nos habían pillado de viaje. Lo que viví allí fue una especie de revelación. Como si un viejo druida me entregase la receta de la poción mágica de las dos ruedas.

Todo el ruido mediático que tiende a acompañar el mundial durante las últimas temporadas había desaparecido. Sustituido por el estallido de las Moto3 –que poco después se quedaría en rumor ante el estruendo de las MotoGP-, no quedaba sitio alguno en el espectro de frecuencias para nada que no fuesen gritos de ánimo hacia los pilotos y un mar de aplausos al término de cada sesión.

Cada vez que un piloto se iba al suelo delante nuestro –por suerte todas fueron caídas limpias-, un segundo de silencio daba paso a una ovación, repartida a partes iguales para la celeridad con la que el deportista se iba a por su moto y la premura con la que los comisarios salían disparados a ayudarle a levantar y arrancar su máquina. Allí lo entiendes todo.

No hay lugar para el abucheo ni el insulto. En pelousse no cabe el hooliganismo. En las tribunas tampoco debería, pero la capacidad de organizarse en torno a club de fans a veces lo propicia. La imprevisibilidad no lo permite: esa amalgama de colores y favoritismos se ve subyugada por el amor común que lo recubre todo. A los motores. A la gasolina. El amor al motociclismo.

Un amor que alcanza su terrenal sublimación en un punto del mundo. Allí, cualquier grito que no sea de ánimo cae en saco roto. Cualquier intento de romper ese amor se ve aislado. Cualquier insulto o descalificación, sencillamente no tiene cabida. Si hay haters o trolls, saben que deben callar. En ese lugar mágico, el hooliganismo tiene cura. Un lugar mágico que se encuentra en Jerez, en algún punto perdido entre Nieto y Peluqui.