Con la Ducati 1199 Panigale nace una nueva moto de culto. Y lo es porque son tantas y tantas las cosas de las que podemos hablar, tanto a nivel técnico como en cuanto a su comportamiento, que no tendríamos espacio ni utilizando todas las páginas de la revista.
Cinco años de desarrollo en las instalaciones de la fábrica en Borgo Panigale (sí, de ahí le viene el nombre, del barrio boloñés donde ha sido «parida») para renovar su buque insignia, aplicando toda la experiencia adquirida en competición, nos tenían en vilo en los últimos tiempos. Y no es para menos, ya que es la moto con la que Ducati habrá de vencer a las hordas niponas y al resto de motos europeas a lo largo y ancho del globo, y satisfacer los gustos y necesidades de los entendidos seguidores de una marca que hace de la pasión su sello de identidad.
La Panigale S, que es la que hemos probado (hay una versión básica y otra Tricolore), es probablemente la moto por la que conocidos y amigos más me han preguntado nunca desde que la probara hace escasas horas en el exótico y espectacular circuito Yas Marine de Abu Dhabi. Y alguno con la clara intención de adquirir una (a 25.995 € y 1.000 € más con ABS).
Así que imaginadlos comiéndose las uñas hasta los nudillos. Las preguntas, obvias: Pero, ¿qué tal es? ¿cómo va? La respuesta no podía ser la más sincera de mis humildes apreciaciones. Es la deportiva más bonita que te puedas imaginar, es fantástica a nivel dinámico, y su nuevo motor, sin dejar de ser un bicilíndrico, adquiere un nuevo carácter. Eso sí, no me ha dado la sensación de tener los 195 CV de potencia que se anuncian.
«¡Guaaau!» «¡Qué preciosidad!».
Fue el comentario generalizado de los periodistas allí reunidos. Y no les faltaba razón. Instantes después encaramos los 5 km y pico de la pista árabe, diseñada ex profeso para albergar los Grandes Premios de la F1, y que por primera vez acogía un evento motociclístico.
¡Qué no se merecería esta maravilla!
Rápidamente aprecias su compacidad, su terminación, sus componentes de primera categoría.
Delante, un cuadro de instrumentos intuitivo, muy legible y supercompleto. Adictivo. Es mirarlo y sentirse como dentro de un videojuego. La posición a los mandos, sencillamente perfecta. La habitabilidad, soberbia. Da igual medir 1,70 cm o 1,90 cm. La Panigale se adapta a ti, no tú a ella.
Recorremos los primeros metros con el tricampeón mundial de SBK Troy Baylis, que hacía las veces de ilustre instructor para conocer el trazado. Rectas enormes, ángulos supercerrados, varios cambios de dirección muy cortos y tres o cuatro curvas rápidas. Así es el circuito Yas Marine.
También percibo las primeras impresiones, que se corroboran más tarde cuando empezamos a exprimirla hasta donde llegan nuestras posibilidades… Parece mentira lo ágil y manejable que se siente. Ducati ha hecho mucho hincapié en este aspecto, dejando la báscula en unos ridículos 164 kg declarados en seco.
Cambia de dirección con el pensamiento, y el movimiento viene acompañado de precisión, seguridad y una enorme nobleza en su comportamiento. Culpa de todo ello es su inédito chasis monocasco. Sí, con la Panigale se abandona el tubular de acero y el motor pasa a formar parte esencial del chasis. Un concepto muy trabajado en MotoGP hasta este mismo año.
De las larguísimas rectas del Yas Marine llegas al momento de tirar de frenos con un equipo de lujo firmado por Brembo, con unas fantásticas pinzas monobloque M50 y discos de 330 mm. Aquí también, buscando el límite, la Panigale vuelve a sorprender permitiéndote frenar cada vez más tarde, cada vez más en el interior de cualquier ángulo. Y ya de paso demostrarte la eficacia de su sistema ABS, que actúa de modo más intrusivo en la configuración Sport pero inapreciable en el modo Race.
Así, ella te demuestra en cada vuelta una cosa, pero a tu cerebro le cuesta asimilarlo. Y no por complicada, porque ésta es la Ducati más fácil de pilotar de todos los tiempos. Su embrague es suave, su tacto de acelerador «ride by wire» muy progresivo, su motor «dócil» y su cambio semiautomático una delicia por precisión y por tacto.
Otro de sus componentes de lujo (¿y cuál no?) es su equipo de suspensiones electrónicas DES (Ducati Electronic Suspensión). Desde un menú y con un solo botón regulas los hidráulicos, y confieren al conjunto un comportamiento de primera. Es conveniente aclarar que no es que se autorregulen, sino que no tienes que bajarte de la moto para cambiar los reglajes destornillador en mano. Bueno, sí, si quieres variar la precarga.
El amortiguador requiere mención especial, pues permite incluso variar la progresividad de las bieletas (por si vas o no acompañado), y está colocado lateralmente. Más vistoso no puede ser y molestar no molesta nada ni en marcha ni en parado, aunque al echar pie a tierra la pantorrilla queda pegada a él.
Por cierto, hablando de parar. Tomemos un respiro entre las mangas de pruebas y despleguemos la pata de cabra. Difícil. Está tan escondida que cuesta encontrarla si vas con botas de montar.
El propulsor de la Panigale es completamente nuevo, y no comparte ni un solo elemento con sus predecesores. No obstante mantiene su configuración tradcional: dos cilindros en V con distribución desmodrómica, aunque accionada por cadena en lugar de correa dentada. Con él además entra en una nueva dimensión, al adoptar unas medidas supercuadradas (carrera ultracorta) que le permiten entregar toda la potencia de forma diferente al anterior 1198.
La contundencia en bajos desaparece, es hasta algo escasa según se mire, pero cobra nueva vida a partir de las 7.000- 8.000 rpm, momento en el que aprecias como fluye la potencia a raudales, y hasta las 10.500 rpm. A partir de aquí dispones de otras 1.000 rpm de sobrerrégimen muy útiles en las más variadas situaciones.
Con todo ello dispones de un motor más utilizable, más aún en combinación con su conocido y efectivo DTC (Ducati Traction Control), ajustable en ocho posiciones; o con el nuevo sistema EBC (Engine Break Control), regulable en tres posiciones, y que te permite variar la retención del motor en las reducciones y adaptarlo a los diferentes circuitos.
Componentes éstos que sin duda agradecerán muchos de los futuros usuarios de la Panigale, y que se suman a un cambio estupendo, con un accionamiento semiautomático de primera, o un sistema antibloqueo de embrague ejemplar.
Por otro lado, su cifra de potencia declarada es de 195 CV (25 CV más que la 1198), y si bien las sensaciones de poder y prestaciones que transmite son superiores a las de ésta, no son tan desbordantes como las más potentes superbike. Sea como fuere es muy disfrutable, que es algo todavía más importante.
El precio de la 1199 Panigale S es prohibitivo para muchos, pero es el precio de la última joya de Ducati. Una moto que se hará un hueco entre las de culto.
La tienes más accesible en la forma de su versión estándar, que varía básicamente en las suspensiones, las llantas y en los frenos. Ésta cuesta 20.995 €, es tan bonita como la S, y con unas cualidades que serán más que suficientes para la inmensa mayoría de los mortales.
Por último, tienes también para elegir la versión tricolor, igual a la S pero con los colores de la bandera nacional italiana y profusión de carbono. Su precio es el más alto de la saga, 31.195 €.