Apenas son las nueve de la mañana y ya estoy en el circuito de Jerez ante una fila, perfectamente ordenada, compuesta por 20 unidades de la nueva Triumph Speed Triple R. La niebla cubre el ambiente, y el asfalto está frío y húmedo, pero el sol se adivina ya al trasluz y todo apunta a que el día va a ser de los buenos.
Antes que nada, junto a la gente de Triumph y el resto de la prensa especializada, nos dirigimos a la sala de prensa para recibir las explicaciones correspondientes para aclararnos cómo es la inédita y sofisticada streetfighter británica. Así damos tiempo a que el sol gane la batalla a la niebla y refleje sus rayos sobre la pista gaditana. Una vez terminada la conferencia de prensa, a las 11 de la mañana las previsiones se han cumplido y el cielo está despejado.
Ya estoy totalmente preparado, enfundado en mi mono Dainese D-air, subido sobre el asiento de una de las Speed Triple R y con la pista de Jerez esperando. Todo un lujo.
Brilla el sol, pero aún el ambiente está frío y algunos tramos de la pista permanecen un poco húmedos, así que hay que ir con cierta cautela. Además, creo que son seis años los que han pasado desde mi última visita a este entrañable lugar. Por eso las primeras dos vueltas me las tomo a modo de recordatorio, pero compruebo que todo sigue en su sitio.
Aunque aún no he podido pensar mucho en la moto que llevo entre las piernas, la verdad es que todo en ella me resulta natural. A sus mandos no se aprecian diferencias ergonómicas con respecto a la Speed Triple básica que he tenido ocasión de probar en varias ocasiones durante el año pasado, e incluso tuve también el placer de acudir a su presentación en el circuito de Ascari en Ronda a finales de 2010.
De este modo, la última «R» de la firma de Hinckley es una moto permisiva, que te consiente corregir trazadas sin problemas con la ayuda de su manillar alto, plano y ancho, y que al mismo tiempo demuestra un aplomo encomiable en los curvones más rápidos, en esos en los que otros modelos de su clase se llegan a descomponer obligándote a bajar el ritmo.
La Speed Triple es una moto que siempre me ha gustado mucho. Siendo, sin duda, un modelo civilizado y agradable, tiene un lado deportivo muy interesante. Ahora, manteniendo la faceta de «niña buena», ha mejorado de forma ostensible su lado «atlético» gracias a que monta suspensiones, frenos y llantas de muy alta gama, que además también consiguen que se muestre mucho más apetecible a la vista.
¿A quién no le gusta admirar unas brillantes suspensiones Öhlins, unas robustas pinzas Brembo monobloque y «radiales», o unas ligerísimas llantas PVM de aluminio forjado? Y si además lo aderezas con algunas piezas de la carrocería en fibra de carbono de calidad, realizadas por el fabricante que moldea elementos del mismo material para el Audi R8 o el Lamborghini Gallardo Superleggera, la verdad es que la Speed Triple R se convierte en una auténtica golosina.
Eso sí, con un sobreprecio de casi 2.700 euros (14.690 euros) con respecto a la versión básica que, estudiándolo bien, no es excesivo si tenemos en cuenta todo lo que nos aporta de más. Asimismo, como ocurre con la versión más sencilla, también la podremos adquirir con ABS desconectable, lo que supondrá un añadido de 605 euros.
Ya hemos calentado mi compañera y yo, y ya es momento de entrar en faena. Salvo una caja de cambios mejorada que se muestra algo más rápida de accionamiento, mecánicamente el motor no declara más novedades.
Así, el tricilíndrico de 1.050 cc sigue presumiendo de un carácter musculoso, con una potencia real que supera incluso los 130 CV. Su mejor momento lo encontramos entre 6.000 y 9.000 rpm, y a partir de ese régimen ya no hay mucho más.
Además, en las primeras rectas que recorres es fácil que llegues al corte de encendido. Éste se produce cuando la aguja del cuentarrevoluciones apenas ha superado las 10.000 rpm y al principio es fácil que te ocurra alguna vez al estirar las marchas con cierta rabia. Una vez acostumbrado a esta particularidad y atendiendo a su ronco sonido, la verdad es que todo discurre ya sin sobresaltos y con suavidad.
Incluso su carácter de tricilíndrico te permite recorrer algunas curvas, especialmente las más rápidas, con una marcha más de lo normal engranada en su caja de cambios. Así la moto parece que corre un poco más y es menos delicado enroscar el acelerador a la salida. A
unque también hay que decir que de serie monta unos pegajosos Pirelli Diablo Supercorsa SP, toda una garantía que añade un plus de confianza a la hora de aplicarte en circuito. Las suspensiones Öhlins, aparte de unos hidráulicos que trabajan mejor y son más sensibles a los reglajes, también incluyen unos muelles más duros (en torno a 5%) con respecto a las Showa de la versión básica.
De este modo se anuncian algo menos cómodas en carretera, pero son claramente más eficaces en circuito. Y acompañadas de las ligeras llantas PVM todo funciona mejor. Triumph anuncia una rebaja de 2 kg en el peso de esta «R», pero a sus mandos la sensación de ligereza es mayor.
Ayudado por su ancho manillar y por la acertada arquitectura de la parte ciclo, los cambios de dirección se efectúan sin apenas esfuerzo y se mantienen las trazadas con mucha facilidad. Además, puedes entrar un poco colado y «tirar» de frenos con un solo dedo, para retomar sin demasiados problemas la línea correcta.
La verdad es que el conjunto se siente siempre rígido y te ayuda a recuperarte de tus errores sin descomponerse lo más mínimo. De todos modos, prefiere una conducción fluida, sin demasiadas brusquedades, y así es cómo podemos divertirnos más con esta inglesa, incluso en una pista rápida y técnica como la del circuito de Jerez.
Está claro que la Speed Triple R no es una deportiva pura, pero está convenientemente preparada y cuenta con una altura libre importante (sus estribos solo rozan si fuerzas mucho y lo buscas), permitiéndote rodar a un ritmo elevado, siempre mirándolo desde el punto de vista de una moto naked, con manillar alto y civilizada en gran medida.
La Speed Triple R es una moto pensada para ser disfrutada en circuito, por lo menos alguna vez. Si solo vas a utilizarla a diario, y en algunas salidas «relajadas» de fin de semana, está claro que la versión básica es más que suficiente y será la opción más acertada.
Si en cambio, eres algo más exigente y lo que buscas es una moto para disfrutar a ritmo alegre de tu carretera de curvas favorita y de hacer de vez en cuando unas tandas o cursillos de conducción en circuito, no dudes que la versión «R» será tu moto ideal.
Además, sigue siendo suficientemente agradable y apropiada para la convivencia diaria y además resulta mucho más atractiva a la hora de contemplarla en parado gracias a que está engalanada con unos componentes que pueden ayudarte a superar el hipo.
Está claro que la Speed triple R, aunque no sea especialmente barata, es una moto de esas que contribuyen a que nos olvidemos de los problemas y a que vivamos historias imborrables a sus mandos. La que he vivido durante su presentación en el circuito de Jerez es la mejor muestra de lo que quiero decir.