Mash Five Hundred, una clásica con buen motor

Probamos durante un mes la Mash Five Hundred, una preparación sobre modelo de estética retro.

Álvaro Gavín | Fotos: Juan Sanz

Mash Five Hundred, una clásica con buen motor
Mash Five Hundred, una clásica con buen motor

Es lo que tienen los nichos "pequeños" de mercado, que una empresa con menos recursos puede hacer la competencia a un gigante e, incluso, llegar más fácilmente a lo que quiere el cliente. En el caso de las motos "retro" la experiencia es un grado, y es que muchas de estas marcas ya llevan años trabajando el segmento, por lo que esta moda no les llega con el pie cambiado. Es el caso de Mash, que tiene detrás a la empresa francesa SIMA, cuya experiencia en el mercado de las dos ruedas consta ya de casi treinta años, y cuyos modelos se llevan vendiendo con éxito en otros países europeos desde hace algunos años.

Todo esto, que suena muy bonito y muy "de marca", vale de poco si el producto no ofrece lo que dicen sus catálogos. Por ello pedimos uno de sus modelos para pasar con él un mes completo. Nos prestaron una Five Hundred y aquí comienza la historia.

El manillar lo determina todo

La Mash Five Hundred es muy peculiar, en todos los sentidos, no solamente el estético. Su posición de conducción determina su funcionamiento, para lo bueno y para lo malo. Tiene un manillar bastante estrecho, con lo que se tiene sensación de inestabilidad cuando se circula en vías rápidas, aunque es cierto que para tener esa impresión hay que superar los 90 o 100 kilómetros a la hora. Antes de llegar a ese ritmo no se nota nada especial, y no digamos en ciudad, pues esa estrechez y agilidad supone una ventaja y no un inconveniente, precisamente. Es la urbe su lugar ideal, la tarea de zigzaguear entre los coches buscando la primera línea de semáforo resulta fácil, a lo que ayuda mucho también la baja altura a la que está situado el asiento. Se llega al suelo con la planta de ambos pies mientras el culo queda apoyado sobre un espumado excesivamente blando que hace que notemos de forma excesiva los anclajes. Menos mal que no es una montura para pasar mucho tiempo seguido encima de ella, ni para hacer grandes travesías.

Conviene tener cuidado, eso sí, con el abuso del embrague mientras circulas con tráfico intenso, pues no es raro escuchar sonidos del embrague cuando se hace de él un uso intenso. No he olido a quemado en ningún momento, por lo que no creo que sea un tema de fatiga, posiblemente sea más un tema de los materiales empleados. Por contra su accionamiento se realiza de forma suave y precisa, lo mismo que el cambio, uno de los elementos que más me han gustado, igualmente suave y silencioso, incluso al accionar la primera en frío. Subir y bajar de marchas se realiza con mucho gusto. Al arrancar en los semáforos, especialmente cuando el motor todavía no ha cogido temperatura, hay que andar con cuidado al desacelerar para subir de marcha, pues el motor tiende a pararse, pero basta soltar levemente la maneta del embrague para que la propia inercia con la marcha engranada dé vida de nuevo al propulsor.

Fuera vibraciones

Un motor que en mi opinión es lo mejor de la Mash Five Hundred. A pesar de su apellido, no se trata de un 500, si no de un 400 (397 cc reales) que ofrece unas prestaciones bastante decentes y, para mi sorpresa, no vibra teniendo en cuenta que hay un solo cilindro. La suavidad de respuesta desde lo más abajo de la aguja del cuentarrevoluciones es notable, y permite realizar una conducción para todos los públicos, es decir, para el que quiere rodar a ritmo de paseo como para el que quiere algo más de tralla. Bueno, esto último teniendo en cuenta que no ha sido diseñada para ello y que si quieres ir siempre a tope seguramente encuentres en el mercado otras opciones más interesantes.

El chasis y las suspensiones permiten ese ritmo ligero. Tanto la horquilla convencional como los dos amortiguadores traseros funcionan correctamente, sin hacer topes, sin brusquedades incluso en calles adoquinadas o con grandes baches. El disco delantero es igualmente digno de la moto, con un tacto agradable y dosificable. No puedo decir lo mismo del tambor trasero, cuya presencia es prácticamente testimonial en la primera parte del recorrido mientras se aprieta el pedal, pero que, de repente, bloquea la rueda cuando se incide un poco más. Y claro nada de ayudas electrónicas en la frenada. Ojo, en mojado, pues además de no contar con ABS, los neumáticos que monta no van demasiado bien en agua. Me llevé un par de sustos que no llegaron a mayores.

Por último, he querido dejar para el final todo lo relativo a los acabados. A veces se tiene la idea de que una moto fabricada en China debe ser cutre, y no siempre es así. Esta 400 cuenta con detalles mejorables, pero no hay nada que "duela a la vista". Se echa de menos, por ejemplo, unos mandos de las luces un poco más retro y no unos universales que puedes ver en otras motos o en algún scooter. Llama la atención, de hecho, el que cuente con el interruptor para apagar las luces, aunque no funciona (lógico si tenemos en cuenta que es obligatorio circular con las de cruce en la posición de "on").

También hubiera sido un detalle no tener que quedarse en la mano con el tapón de la gasolina al repostar, pero al menos cuenta con cerradura con llave, algo que otras motos más caras no poseen. Por el contrario, se agradece el montaje de una palanca de arranque como las clásicas de verdad, pero, aunque funciona, es más un elemento decorativo porque ponerla en marcha con ella es complicado, y, la verdad, teniendo un botón para hacerlo, no parece que tenga mucho sentido ponerse a sudar. 

En definitiva, la Mash ofrece un producto bastante atractivo, que funciona muy bien y a un precio competente como para hacerse un hueco en este segmento que tanto peso ha ganador en los últimos tiempos.

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