Pocas veces podemos encontrar un hombre tan ligado a una carrera y una moto como Paul Smart con las 200 Millas de Imola y la primera Ducati Desmo 750. Se convirtió en un trío mítico. Su palmarés no está adornado por títulos ni grandes victorias, apenas se asomó puntualmente al Mundial de Velocidad o a la Copa FIM 750, pero se ganó un merecido prestigio en la primera mitad de la década de 1970 por sus acertadas carreras en momentos determinantes.
Smart había nacido en 1943 y empezó a competir en 1965, tras haberse instruido en la escuela de conducción de Charles Mortimer en Brands Hatch, el padre del célebre Chas Mortimer, con quien mantuvo una buena amistad. Sus inicios fueron en carreras de club y en pruebas secundarias en Reino Unido, corriendo con una Bultaco 125, una Greeves 250 y una Aermacchi 350, que compartía con el propio Mortimer. También corrió en varias ocasiones con Norton en la Isla de Man. Pero su gran salto se produjo cuando decidió trasladarse a Estados Unidos.
Todavía quedaba lejos el campeonato AMA y lo que ha llegado a ser, pero a finales de los sesenta un piloto se podía ganar bien la vida en los circuitos estadounidenses. Allí compitió con una Kawasaki H2 del equipo Hansen, y no tardó en subirse a la Triumph 750 tricilíndrica ex fábrica, con la que disfrutó de excelentes resultados. Formando parte del equipo británico en la primera edición del Trofeo Transatlántico en 1971, Smart se hizo con la mejor puntuación individual, empatado a puntos con su compañero Ray Pickrell.
También sacó tiempo para disputar parcialmente el Mundial de 250 y 350, con suerte desigual. En 1970 y 1971 hizo varias carreras con sus Yamaha privadas, destacando especialmente en 350, donde logró la quinta posición final en 1971, tras ser segundo en Suecia y la RDA, y tercero en Alemania Occidental. También había logrado una tercera plaza en 1970 en el Junior TT, mientras que en 250 sumó varios podios más: segundo en Suecia en 1971, y tercero en Finlandia y el Ulster en 1970. Pero no se prodigó en el Mundial.

Sus idas y venidas entre Europa y América fueron constantes en aquellos años. Por entonces había iniciado una relación con Maggie Sheene, la hermana mayor de Barry Sheene, con la que terminaría casándose. Este detalle de la vida privada fue crucial en el mayor éxito deportivo de Smart: su victoria en las 200 Millas de Imola. En 1972 las comunicaciones no eran tan inmediatas como lo son ahora, y a veces no resultaba nada sencillo contactar con un piloto cuando este se encontraba fuera de su domicilio, de su país, o en otro continente, y eso sucedió con Smart cuando Ducati quiso contactar con él.
Imola
La fábrica italiana había decidido desarrollar una bicilíndrica en V de gran cilindrada, la Desmo 750, e inscribirla en las 200 Millas de Imola, que se iban a disputar el 23 de abril de 1972. La carrera fue una idea de Cecco Costa, el creador del circuito de Imola, que quiso adaptar para Europa el estilo de las competiciones norteamericanas. La presencia de Ducati en Imola fue una apoyo fundamental a la hora de promocionar y dar mayor repercusión a la carrera, a pesar de que en esos momentos Ducati no destacaba especialmente, pero aquella cita terminaría siendo el punto de partida de la marca, como fabricante ligado a las categorías superiores.
En esas fechas Smart estaba corriendo en Estados Unidos, así que cuando un responsable de Ducati llamó a su domicilio para ofrecerle una de sus monturas, fue Maggie quien se puso al teléfono. La pizpireta señora Smart, que de carreras sabía bastante porque lo había vivido con su padre Frank, y lo estaba viviendo por partida doble con su hermano Barry y su esposo Paul, atendió a la propuesta de Ducati, y no dudó en aceptarla. Cuando Smart llamó a casa, Maggie la dio la noticia de que tenía un compromiso en abril en Imola, a lomos de una Ducati 750…
Smart no había oído hablar de ese engendro que ni siquiera había sido probado en competición. De Ducati sabía poco más que lo que le había podido contar Phil Read de aquella 500 GP V-twin que probó en Brands Hatch el verano anterior, con la que terminó cuarto en Monza en el Gran Premio de las Naciones, y no le inspiraba mucha confianza. Así que le dijo a Maggie que no pensaba correr en Imola con esa moto. Pero su mujer le replicó: “He dado mi palabra de que vas a correr en Imola con la Ducati, y eso es lo que vas a hacer”. Y Paul viajó a Imola.
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En las 200 Millas, Ducati desplegó cuatro flamantes motos de fábrica para Spaggiari, Smart, Dunscombe y Giuliano. Se veían diferentes, con sus carenados gris mate y sus chasis en color verde oliva. Alineadas frente a los garajes mientras los mecánicos de fábrica, con sus impecables monos, las calentaban, rugían como leones. Resultaban terroríficas. Y en carrera no dieron opción a nadie. Smart y Spaggiari, veterano piloto de la marca desde los años 50 –ganador de las 24 Horas de Montjuïc en 1957 y en 1964-, estuvieron peleando toda la carrera, y al final Smart consiguió la victoria, un triunfo que terminaría siendo el mayor de su carrera deportiva.
Un mes después, al calor del éxito de las 200 Millas, Smart y Spaggiari participan en el Gran Premio de las Naciones, que se disputaba en Imola, con las Ducati 500 V-twin, pero en esta ocasión es el italiano quien gana la partida y acaba tercero, dejando a Smart cuarto.
En 1973 Suzuki le fichó para correr con sus nuevas 750. Con esta moto sumaría dos victorias en Silverstone dentro de la Copa FIM 750, en 1973 y 1974. Fueron sus últimos triunfos, aunque siguió compitiendo hasta 1978 no volvió a repetir los éxitos de aquellos años, y después se retiró de las carreras dedicándose a los negocios y a la vida familiar. Su hijo Scott le siguió sus pasos, y Paul se dedicó a atender su carrera deportiva, ayudándole a abrirse camino. Scott compitió con discreción en el Mundial de 250 y 500 entre 1997 y 1999, y después de una variada trayectoria en SBK, en la actualidad es el director técnico del Mundial de SBK.
Paul Smart seguía disfrutando de una intensa actividad en muchos eventos clásicos y continuaba montando en moto. Precisamente ayer rodaba en su moto cuando se vio envuelto en un accidente con otro vehículo, con las fatales consecuencias que ya conocemos. Descanse en paz.