Hace un año, Nicolò Bulega dejó atrás una sequía ganadora de más de siete años por un diluvio de triunfos: hasta 16 en 24 carreras para proclamarse campeón mundial de Supersport. Un título que faltaba en las vitrinas de Ducati, que recompensó al transalpino con el premio más goloso posible: ser el compañero de Álvaro Bautista en el Mundial de Superbike.
Por un lado, iba a disponer de la mejor moto de serie hecha jamás. Por el otro, iba a compartir box con el campeón de las dos últimas ediciones. Con buen criterio, decidió centrarse en sí mismo y cuajó una excelente pretemporada, lo que ya le colocó en un lugar realmente elevado entre los candidatos al título. Eso sí, con los lógicos titubeos.
Había demostrado que tenía lo más básico, el elemento innegociable: la velocidad. Sus tiempos de vuelta en los test previos habían hecho abrir los ojos como platos a propios y extraños. La única duda era su aplicación en carrera: ver si era capaz de sostener un buen ritmo de principio a fin y testar su capacidad para salir airoso de las luchas cuerpo a cuerpo.
La primera duda la disipó rápidamente, ganando desde la pole la carrera inaugural de Phillip Island, desatando la euforia en Ducati, donde los problemas físicos de Bautista habían sembrado la preocupación. Sin embargo, el domingo no pudo pasar del quinto puesto en ninguna de las dos carreras, lo que -por muy normal que fuera- rebajó considerablemente el suflé del día anterior.

Con la base bien puesta, empezó a ganar consistencia poco a poco hasta terminar por abonarse a la segunda posición del cajón. Fue la única que pisó en las seis rondas siguientes, con un total de 11 en 18 carreras. Dos tras un Bautista que empezaba a entonarse y las otras nueve por detrás de un Toprak Razgatlioglu que se estaba volviendo invencible.
El turco iba disparado rumbo al título cuando se lesionó en Magny-Cours, donde Bulega cayó el sábado en mojado y ganó las dos carreras del domingo. ¿Había mundial? La nula información sobre el periodo de convalecencia de Toprak abría una posibilidad a Ducati en general y a Bulega en particular. Sobre todo, cuando se confirmó que no acudía a Cremona.
Allí, el italiano no estuvo cómodo y desaprovechó la ocasión de ponerse líder antes de Aragón, cuando se produjo el retorno del de BMW, que para colmo amplió la ventaja tanto ahí como en Estoril para apuntalar el título en Jerez, haciendo estériles los esfuerzos de un Bulega que logró un triunfo en territorio luso y dos más en el trazado andaluz.
Es cierto que el subcampeonato puede saber a poco cuando has soñado con el título, pero seis victorias (tres en las últimas cinco carreras) y 24 podios en 36 carreras son unos números estratosféricos. Los del piloto que, tras dejar atrás la sequía, ha encauzado el diluvio en un río de podios y victorias que se dirige rumbo al mar: ser campeón mundial de Superbike.