El paddock ya está de vacaciones, pero antes del merecido descanso tocó asistir a una eucaristía muy especial en la Catedral de Assen; donde, pese a la ausencia de los dos últimos grandes dioses de las dos ruedas como son Valentino Rossi y Marc Márquez, los fieles pudieron asistir a una ceremonia en la que estuvieron presente los 7 sacramentos de MotoGP.
Bautismo: Más de cinco años y casi cien grandes premios, por fin llegó el estreno como ganador mundialista para el japonés Ayumu Sasaki, que llegó en 2017 tras conquistar la Asia Talent Cup 2015 y la MotoGP Rookies Cup 2016; y cuyo bautismo definitivo en lo alto del podio llegó tras derrotar al hombre del momento, Izan Guevara, y al líder Sergio García.
Confirmación: Estaba la temporada de Moto2 falta de un referente claro, ya que en las diez primeras carreras ningún piloto había conseguido enlazar dos victorias. Algo que tampoco había conseguido en toda su trayectoria Augusto Fernández. Tras ganar en Sachsenring, la confirmación de su candidatura al título llegó al imponerse con maestría en Assen a Ai Ogura y Jake Dixon
Penitencia y Reconciliación: En el motociclismo, cuando estás en estado de gracia pueden llegar errores de bulto fruto del exceso de confianza. Le sucedió a Fabio Quartararo, cuya penitencia es el primer cero del año que abre la general. Tendrá que esperar cinco meses para una reconciliación que en Assen fue para Maverick Viñales, que volvió al podio 364 días después… esta vez con Aprilia.
Comunión: Después de pasar toda la primera mitad de año aprendiendo el catecismo en la parroquia de la VR46, el italiano Marco Bezzecchi se engalanó para la ocasión y, siguiendo la estela de uno de sus mentores de principio a fin, comulgó por primera vez con el champán del podio de MotoGP. Parece muy evidente que esa primera comunión no será la última.
Matrimonio: Habían tenido casi más desavenencias que buenos momentos en los últimos meses, y la sensación general es que la cita de Assen sería un momento clave en la relación entre Pecco Bagnaia y la Desmosedici. Allí, con todos los focos esperando un nuevo tropiezo, la joven pareja italiana escenificó su matrimonio en nada más y nada menos que la catedral del Mundial.
Orden sacerdotal: Pocas veces se da la percepción casi unánime de que el mejor piloto de una carrera es el que ha finalizado cuarto, pero la remontada de Aleix Espargaró fue de las que hacen afición a este deporte. Una actuación con la que se ordena ya definitivamente como sumo sacerdote de Aprilia, ganándose su plaza como candidato en el cónclave del que saldrá el sumo pontífice de MotoGP.
Unción de enfermos: Si de algo sirvió la eucaristía de Assen es para que quienes habían perdido la fe en MotoGP volviesen a recuperarla; mientras que la deportividad entre Quartararo y Aleix bien podría valer como unción para que quienes estén enfermos de odio entiendan que el respeto entre pilotos es inherente a este deporte.