Yamaha fue la gran derrotada del Gran Premio de Qatar que abrió la temporada 2022 del Campeonato del Mundo de MotoGP en el Losail International Circuit. El dato más frío es que ocupa la sexta y última posición en la general de constructores, lo que significa que todas las demás marcas tuvieron al menos una moto por delante.
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El francés Fabio Quartararo comenzó la defensa de su trono con un discreto noveno puesto a 10,5 segundos del ganador Enea Bastianini -viéndose superado en la última vuelta por su compatriota Johann Zarco-, mientras que el italiano Franco Morbidelli concluyó 11º a 16,7 segundos del mencionado Bastianini. Muchísimo más lejos quedaron Andrea Dovizioso y Darryn Binder, a 27 y 41 segundos respectivamente.
La noticia tranquilizadora es que diez segundos en distancia de carrera tampoco es un mundo, ya que significa menos de medio segundo por vuelta en un trazado con una recta larguísima que desnuda como casi ninguna otra la falta de potencia del motor de la YZR-M1, cuya velocidad punta en carrera fueron los 349,5 de Morbi, ocho menos que los 357,6 de la Suzuki de Joan Mir.

Ese es el consuelo: que no están tan lejos en un escenario a priori poco propicio para su moto. El problema es que es el único consuelo para un drama que tiene dos aristas.
El primero está en las circunstancias en las que se produjo, y que resumió perfectamente Quartararo tras ser 11º en la Q2. Le preguntaron qué es lo que había sucedido y su respuesta fue desoladora: “Nada. Ese es el problema”. En carrera tampoco pasó nada. No hubo un error que le relegase, ni un neumático defectuoso, ni una mala salida que lastrase su resultado.
El noveno puesto es el que su ritmo le permitió, y gracias. Gracias porque, de no ser por las caídas de pilotos como Pecco Bagnaia, Jorge Martín o Miguel Oliveira, junto a los problemas de Jack Miller, el noveno puesto podría haber sido un undécimo, duodécimo o peor.
Es decir, el problema más allá del resultado fueron las circunstancias en que se produjo: en una carrera en la que ninguno de sus pilotos tuvo ningún problema reseñable, fueron la última marca de MotoGP. Y lo fueron con claridad: Suzuki fue la penúltima marca y acabó más cerca de la victoria (4,8 segundos) que de Yamaha (5,7 segundos).
En este gráfico se ve mejor la distancia de la mejor moto de cada marca en porcentaje respecto al ganador, apreciándose perfectamente cómo Yamaha fue la última destacada:
Por otro lado, están las consecuencias. Con el motor sellado, en Yamaha ya saben que las rectas van a ser un infierno durante todo 2022. Vendrán trazados donde les penalicen mucho menos y podrán optar a la victoria, pero la realidad es que hace un año salieron de Losail con dos victorias en dos carreras de la mano de sus dos pilotos oficiales.
Yamaha ha pasado de ganar ocho carreras de 16 posibles (entre las 4 últimas de 2020 y las 12 primeras de 2021) con tres pilotos distintos a no haber conseguido ni una sola victoria y apenas dos podios en las últimas siete carreras. En las últimas cuatro ni siquiera han pisado el cajón.
Todo esto puede tener una consecuencia peor que el sufrimiento en recta y que puede ir mucho más allá de este 2022: perder a Quartararo. El vigente campeón del mundo es también el segundo piloto más joven de la parrilla y, por lo tanto, una de las piezas más cotizadas. Es más, tras la renovación de Pecco Bagnaia con Ducati y con Marc Márquez contratado por Honda hasta 2024, seguramente el galo sea el objeto de deseo de las demás marcas.
Quartararo lleva tiempo manifestando que su futuro no depende de los ceros de los contratos que le tiendan sino del rendimiento de la moto que le ofrezcan. Y se puede pensar sin temor a equivocarse que, si su decisión dependiese de lo sucedido en Qatar, tendría pie y medio fuera de la marca de Iwata.
Ese es el doble drama de Yamaha en MotoGP: que pueden haber hipotecado la temporada 2022 debido a la falta de potencia en el motor de la YZR-M1... y su futuro a medio plazo si Quartararo decide irse.