"¿Para qué llamar caminos
a los surcos del azar?"
Hace unos años, Fermín Aldeguer tuvo que hacer suyas las enseñanzas de Antonio Machado y hacer su propio camino al andar después de tener que salirse de forma forzosa del preestablecido ‘Road to MotoGP’ cuando, tras brillar en la European Talent Cup y con su fichaje cerrado por el Snipers – Mugen Race para saltar al Mundial Junior de Moto3, el equipo se retiró antes de empezar el curso.
Tuvo que reinventarse en la subcategoría de Superstock 600 dentro del Europeo de Moto2, y lo hizo ganándola tras un bonito duelo durante todo el año con Álex Toledo. Saltó al propio Europeo con el Speed Up para la temporada 2021, donde además recibió la llamada del Aspar Team para disputar la Copa del Mundo de MotoE.
Su tarjeta de presentación en la escena internacional fue ser campeón de Europa con 16 años, firmar un año de rookie realmente sólido en la categoría eléctrica y puntuar en su debut en el Mundial de Moto2, convirtiéndose en el piloto más joven de la historia en sumar puntos en la categoría intermedia. Sin seguir las flechas marcas ni las huellas de nadie, estaba en el buen camino. En el que él mismo estaba creando.

Lógicamente, eso le valió un contrato a tiempo completo para 2022, donde tardó tres grandes premios en lograr la pole más joven de la historia de la categoría intermedia. Quemaba etapas a marchas forzadas y, tras un primer año irregular, en 2023 estrenó su palmarés (para convertirse en el tercero más joven de la historia en ganar en la categoría intermedia) y acabar el año en la tercera posición final tras ganar las cuatro últimas carreras.
Había conseguido domar la siempre difícil Moto2 con un pilotaje sutil e ingrávido -como las pompas de jabón- y, claro, en MotoGP se le empezaron a rifar.
Tras rechazar a Honda, aceptó la oferta de Gigi Dall’Igna y firmó con Ducati como piloto de fábrica para subir a MotoGP en 2025. La parte ‘mala’ es que le quedaba un año por delante en Moto2, con la exigencia de ser campeón sí o sí pese a ser de los más jóvenes de la parrilla.

Seguramente esa presión le pasó factura. Mezcló auténticas exhibiciones en Jerez, Sachsenring o Phillip Island con un buen puñado de ceros que le hicieron acabar quinto. No muchos pilotos hacen top 5 en la general de Moto2 sin haber cumplido los 20, y menos aún dos temporadas seguidas. Pero, aun así, las críticas fueron feroces.
Hubo quienes dijeron que no estaba preparado para MotoGP, que no tenía el nivel e incluso que sus resultados no eran suficientes para dar el salto, pese a que lo dio con ocho victorias en su palmarés.
Ya pasó con Fabio Quartararo hace unos años. La gente tiende a olvidar que las categorías de los grandes premios no funcionan con un sistema de ascensos y descensos en base a resultados; y que quienes deciden los fichajes son las marcas y los equipos. Y, si son buenos ojeadores, lo harán no pensando en lo que un piloto ha conseguido hasta la fecha, sino lo que puede conseguir en el futuro.
En el caso de Aldeguer, se podía ver claramente que su límite es el cielo. Y así, su camino le condujo a un cielo azul Gresini en el que seguir hacia delante dentro de un equipo en el que todos los pilotos acaban ganando. Sin presión, en un entorno familiar, pudo centrarse en descifrar los secretos de la Desmosedici.

Por supuesto, ha tenido altibajos. Su inicio de año fue regular, pero ya en Austin dejó destellos con un ritmo endiablado antes de irse al suelo en un asfalto delicado. Fue el preludio de un GP de Qatar donde se asomó a los aledaños del podio, a cuyo tercer escalón treparía por dos veces en Le Mans: primero para ser el más joven en hacerlo en un Sprint, y después para ponerse quinto de la historia en el ránking de juventud en el podio.
Volvió al podio de sábado en Aragón y al de domingo en Austria, permitiéndose el lujo de acechar a un Marc Márquez en estado de flow. Ese día, tras subir un escalón más en el cajón de MotoGP; dijo que, si había alguien capaz de darle juego al 93 en las últimas vueltas, era él. No era una fanfarronada, los tiempos por vuelta respaldaban sus palabras.
Días después, en la previa de Balaton, aseguró que, aunque no era su principal objetivo, confiaba en que la primera victoria llegaría pronto. Ya se había sacudido la estadística de batir el récord de precocidad del propio Márquez, pero sabía que todavía podía ser el segundo. Al menos hasta Indonesia, porque en Australia ya sería un día mayor de lo que era Freddie Spencer cuando ganó en Spa 1982 para establecer un registro de edad que duró tres décadas.

No solo lo sabía, sino que además lo iba pensando mientras descontaba vueltas en Mandalika, esperando la aparición de un Marco Bezzecchi (que estaba fuera de carrera desde la primera vuelta) que le birlase el triunfo en el giro final, tal y como había hecho días antes. Evidentemente, Bezzecchi no llegó.
Fermín Aldeguer surcó el trazado situado en Lombok, una de las más de 17.500 islas que conforman Indonesia, poniendo un mar de distancia sobre todos sus rivales hasta cruzar la línea de meta y convertirse en el piloto número 129 que planta su isla en el escalón más alto del mar de la categoría reina.
Y es que, quizás, la ruta a MotoGP se parezca más al mar que a la tierra. Un horizonte totalmente abierto en el que puede haber boyas que te digan por donde ir, pero donde puedes crearte tu propio camino, saltando entre miles de islas y dejando tu propia estela. Ya lo dijo el propio Machado:
"Caminante no hay camino,
sino estelas en la mar".