No hace ni un lustro del debut de la KTM RC16 en el Campeonato del Mundo de MotoGP –que tuvo lugar en Valencia 2016 de la mano del probador Mika Kallio- y la moto austriaca ya se ha convertido en una de las máquinas más temibles en la categoría reina, en la que en este 2021 volverá a contar con cuatro motos: las dos del Red Bull KTM Factory Racing con Brad Binder y Miguel Oliveira, y las dos del Tech 3 KTM Factory Racing con Danilo Petrucci e Iker Lecuona.
El salto de calidad demostrado el pasado curso se ha considerado, de forma unánime, como la llegada definitiva de KTM a la élite de MotoGP. Absolutamente nadie en el paddock piensa que pueda ser cosa de un año, o que la pérdida de las concesiones se vaya a traducir en un descalabro en este 2021, ya que para colmo no hay evolución en las partes claves por culpa del Covid-19.
KTM encara 2021 sin las concesiones de las que había gozado desde su llegada a la categoría y con la sensible ausencia de Pol Espargaró, mejor KTM en la clasificación general en las cuatro temporadas en las que vistió de naranja: 17º en 2017, 14º en 2018, 11º en 2019 y 5º en 2020. Ahora las concesiones son historia y ‘Polyccio’ ya posa con su nueva Honda RC213V.

Pese a eso, KTM está en todas las quinielas para 2021. Hasta ahora, solamente tenían derechos: el derecho a realizar test ilimitados durante la temporada, el derecho a usar dos motores más que las marcas rivales y a evolucionar su propulsor a lo largo del curso y el derecho a hacer el doble de wild cards que dichas marcas.
Y, sobre todo, el derecho a soñar. Ya desde antes de su llegada. En cuanto se confirmó la noticia de que en Mattighofen estaban haciendo una KTM, Austria se recubrió de un manto de sueños. No era para menos tratándose de una marca que ha ganado allá por donde ha ido, apabullando en el Dakar, siendo la referencia en KTM y tratando de tú a tú a Honda en Moto3. Era un derecho lícito: soñaban con ganar porque sabían que acabarían ganando.
Ese sueño ya está materializado. Si Pol Espargaró fue el primero en llevar la RC16 al podio, el honor de catapultarla a lo más alto fue para el rookie Brad Binder, y luego Miguel Oliveira lo hizo en dos ocasiones más en las filas del Tech 3, evidenciando que el plan de tener cuatro motos totalmente de fábrica no es papel mojado. Más claro queda ahora que, con Red Bull bajándose del barco francés para ceñirse al oficial, las motos se han teñido de un naranja cuya pintura huele a fábrica.

Siguen teniendo derecho a soñar, faltaría más. Pero ahora ese sueño ya no es el punto de partida: es solo la consecuencia de la obligación que tienen de pelear por ello. Ya son historia los tiempos en los que un top 10 se celebraba como una pequeña victoria. Con ocho podios en 2020 a cargo de tres pilotos, es lo mínimo que se les debe exigir.
Sería desmedido hablar de obligación de ganar o de conquistar el título, porque es algo que solo puede conseguir uno, influyen una multiplicidad de factores –algunos de los cuales son imposibles de controlar- y la competencia es feroz.
La obligación es intentarlo. Estar siempre en la pelea. Que un segundo puesto cause rabia. Que acabar cuarto deje un regusto amargo. No hay nada más adictivo que la victoria. KTM ya lo ha conseguido, y ahora la obligación es empezar cada Gran Premio con el número uno en el punto de mira. Se han ganado por derecho propio optar al título, y ahora tienen la obligación de intentarlo.