Marc Márquez cumple 28 años tal y como cumplió los 27: con ocho títulos mundiales, 82 victorias y 134 podios. La única diferencia a nivel estadístico es un GP disputado: hace un año tenía 205, ahora tiene 206.
Si ya hay quienes postulan que los años cumplidos durante la pandemia del Covid-19 no deberían computar para compensar el tiempo perdido entre confinamientos y restricciones, en el caso de Marc Márquez el motivo sería doble. Debería seguir teniendo 27.
Pero eso no funciona así y el de Cervera ya ha dado 28 vueltas al sol desde su nacimiento, diez de ellas sumando al menos cinco triunfos en una de las décadas más prodigiosas para un piloto en toda la historia del motociclismo, dando además una sensación de madurez que le había hecho pasar de niño prodigio a caníbal total. Era tan superior que los títulos de MotoGP parecían meros trámites.
De repente, el tiempo se detuvo. Solo para él. Como en una peli de ciencia ficción, el resto del mundo siguió girando en moto por los circuitos y él se quedó clavado, con la mano en su maltrecho húmero. Fue como entrar en una dimensión alternativa de quirófanos y rehabilitaciones desde la que podía ver el mundo que había conocido siempre, pero no participar en él.

Sin él, todo el sistema de MotoGP se descontroló. Como cuando el profesor sale de la clase por un tiempo indefinido, todos los demás comenzaron a armar bullicio en una suerte de fiesta extraña en la que se juntan el jolgorio por saberse sin el control de la autoridad y el miedo a que la puerta se abra en cualquier momento… hasta que se dieron cuenta de que la puerta de Márquez seguiría cerrada todo el curso. Se fue el miedo y quedó el caos.
Márquez lo vivió con interés y extrañeza. Podía comunicarse con su antiguo mundo pero apenas influir en él más allá de un puñado de consejos a su hermano y a su equipo. Un placebo baladí para alguien acostumbrado a mover los hilos, a hacer que el resto de pilotos bailase a su compás, a escribir, dirigir y protagonizar las carreras.
Ha pasado un año, MotoGP ha dado una vuelta completa y Márquez no. Cumple los 28 con vuelta perdida: se la ha pasado en boxes mientras el resto giraba en pista.
Su 13ª temporada en el Mundial acabó siendo la 12+1. Tras doce años en los que apenas se había perdido alguna carrera suelta (tres en 2008 y dos en 2011), le tocó el año de ‘pringar’, como le dijo una vecina en Cervera. Vaya si pringó.
En MotoGP es difícil ganar una carrera o hacer podio habiendo perdido una vuelta, aunque en carreras de lluvia o flag to flag no es del todo imposible. Por suerte para Márquez, el global de una carrera deportiva poco se parece a la intensidad de una carrera de MotoGP: entra en juego la resistencia, mucho más que la velocidad.

Y en las carreras de motociclismo de resistencia –al igual que otras populares de coches como la NASCAR o las 24 horas de Le Mans-, se puede ganar perfectamente tras haber perdido una vuelta. Bien sea porque eres más rápido y te desdobles, o porque salga un coche de seguridad en el momento oportuno. Lo importante, sobre todo en la NASCAR, es no perder una segunda vuelta.
Para Marc Márquez, tener que pasar un segundo año en boxes viendo cómo su mundo sigue girando sin él sería un palo tremendo. Por eso, su deseo –compartido con toda la afición motera- al soplar las velas no puede ser otro que recuperar su vida y volver a volar a ras de suelo con la moto.
Volver a sentir los nervios a flor de piel en parrilla a la espera de que se apague el semáforo, la tensión de los segundos que transcurren hasta que llega la primera curva y has de elegir trazada entre un mar de pilotos, el instinto en la toma de decisiones en cuestión de milésimas que separan una caída de una salvada magistral, la inyección de adrenalina de meter la moto por el pequeño hueco entre el piloto de delante y el ápice de la curva.
En definitiva, dejar de ser un mero espectador desde otra dimensión y volver a escribir, dirigir y protagonizar las carreras de MotoGP. El deseo para el próximo año no es cumplir los 29 años con el noveno título mundial, a estas alturas eso ya es secundario. El deseo es soplar las 29 velas habiendo recuperado la vuelta perdida.