Muchos dicen que fue por la llegada al equipo del campeón del mundo Valentino Rossi. Otros se decantan por la intensa labor que llevó a cabo Yamaha para preparar el mundial de 2004 (el año anterior el mejor había sido Carlos Checa y había terminado en séptima posición). Asimismo, los hay quienes hablan del declive de la Honda oficial como principal causa. Sea como fuere, la temporada de MotoGP de 2004 supuso el resurgir de la marca de los tres diapasones como dominante en la máxima categoría, doce años después de que Wayne Rainey rubricara su tercer campeonato de 500 cc consecutivo.
Todo comenzó cuando las relaciones entre Valentino Rossi y la fábrica con la que había ganado los tres títulos consecutivos se deterioraron de tal modo que el por entonces pentacampeón decidió darle la vuelta a la tortilla y fichar por su máximo rival. Puede que conociera el potencial de las nuevas Yamaha o simplemente confiaba en sus genialidades para salir airoso, pero lo cierto es que este movimiento puso patas arriba el mundial. A fin de cuentas, la máxima figura se iba al garaje de enfrente.
La oposición de las Honda
A pesar de las buenas perspectivas que pudiera tener, las Honda seguirían siendo las motos a batir y, de hecho, coparon del segundo al quinto puesto final… pero no fue suficiente. Ese año el equipo oficial de la marca del ala naufragó cómo nunca había hecho. No ganó ninguna carrera en todo el año, y Álex Barros acabó en cuarto lugar y Nicky Hayden en octava posición. Además, fue ampliamente superado por los equipos satélite, lo que supuso una mancha en su historial.
Esto significaba que el gran enemigo que iba a tener Rossi se había disparado un tiro en el pie. Claro que quedaban las Honda de los equipos satélites, donde además pilotaban los grandes rivales del 46. Por un lado, Biaggi mantenía su clase en el Camel-Honda Pons, donde sacaba petróleo a su montura para postularse como candidato.
Y por otro, Sete Gibernau pasaba de ser una sorpresa al gran rival de Valentino Rossi. La RC211V del equipo Telefónica MoviStar-Honda iba como un tiro, y el gran momento de forma del piloto español hacía que el pentacampeón pudiera temer por un triunfo que a comienzos de temporada se antojaba complicado.
Comienzan las hostilidades
Desde el principio, Rossi sabía que la temporada iba a resultar más complicada que las anteriores, en las que dominó con autoridad. No obstante, desde el primer gran premio se vio que Yamaha había dado un paso de gigante, ya que el italiano se llevó el GP de Sudáfrica por delante de Biaggi (en un final muy apretado) y Gibernau.
Sin embargo, las dos carreras siguientes fueron para el español, que se puso líder y llegó en esa posición hasta que finalizó el sexto gran premio. Rossi había ganado cuatro y Sete dos, pero estaban igualados a puntos. A partir de ahí el campeonato entró en una fase en la que los dos grandes favoritos y sus motos fallaban hasta que llegaron a las tres carreras postreras. En Qatar acababa de ganar Gibernau y Rossi se había retirado, lo que había devuelto al español a la lucha. Sin embargo, tanto el 46 como su equipo sacaron lo mejor de sí mismos y se llevó de una tacada los tres últimos GPs. Gibernau, por su parte, no pudo hacer nada por evitarlo, sellando un meritorio segundo puesto y mostrando al mundo que con una Honda satélite había puesto contra las cuerdas al mejor piloto del momento.
Para finalizar, hay que señalar que Dani Pedrosa se llevó el título de 250 cc y Andrea Dovizioso el de 125 cc, ambos montando motos de Honda.