La carrera deportiva de Sete Gibernau se encuentra íntimamente ligada a dos hechos que marcaron el devenir de los acontecimientos hasta hoy en día. En el primero de ellos poco tuvo que ver, ya que este barcelonés nacido en diciembre de 1972 llegó al mundo en el seno de una familia dedicada completamente al mundo de las motos.
No en vano, el abuelo de Gibernau fue Paco Bultó, fundador de dos de las marcas de motocicletas más míticas de nuestro país: Montesa y Bultaco. Y claro está, aquello le “condicionó” de tal modo que solo pudo enamorarse de este modo de vida y ser fiel a él para siempre.
Los inicios de Sete
Después de pasar por disciplinas como el motocross o el trial, el piloto pasó a la velocidad, donde poco a poco se fue labrando un camino que llamó la atención de los equipos. Finalmente, llegó al Campeonato del Mundo de Motociclismo en la categoría de 250cc.
No tardó en dar el salto a la categoría reina, por entonces los 500cc, ya que, después de probar en los últimos GPs de 1996, en 1997 empezó a correr con una Yamaha del equipo de Wayne Rainey. Su buen hacer le llevó a convertirse en el tercer piloto del Repsol Honda, donde nunca terminó de despuntar. Así que volvió a cambiar de marca y se fue a Suzuki, con la que logró su primera victoria en el mundial, concretamente en el GP de Valencia de 2001. En ese momento se dio cuenta de que podía ganar.
De amigo a archienemigo
Fue en 2003 cuando se produjo el punto de inflexión en su carrera. Fichó por el Telefónica MoviStar-Honda de Fausto Gresini, equipo satélite de Honda, y comenzó a obtener mejores resultados. En aquel momento Valentino Rossi se paseaba por el mundial con una superioridad aplastante, dejando en agua de borrajas los intentos de Max Biaggi de superarle.
Entonces entró en escena Gibernau, quien tenía una excelente relación con el campeón italiano, quien a su vez veía con buenos ojos que el nieto de Paco Bultó fuera capaz de superar a su rival más enconado (Biaggi) con una Honda satélite.
Sin embargo, todo cambió en 2004. Sete seguía corriendo para Honda Gresini - "peleábamos en Honda porque Honda quería ganar, pero quería que ganara su equipo número uno, y no que el satélite ganara a esa estructura", ha explicado recientemente-, pero por primera vez en su carrera se veía con opciones de ganar.
No tenía la mejor moto de la parrilla y además se estaba enfrentando contra uno de los mejores pilotos de todos los tiempos en su época dorada. Sin duda, lo tenía todo en contra, pero aún así el barcelonés confió en sí mismo y lo dio todo por ganar. Sabedor del peligro que el “nuevo Sete” suponía para su supremacía, Rossi no solo tiró de talento, sino que supo ganar la batalla psicológica a Gibernau. Manejó todo tipo de argucias y declaraciones, al tiempo que controlaba a la perfección una Yamaha construida para dominar. Y con una recta final de campeonato impoluta, consiguió llevarse un nuevo mundial, quizás uno de los más complicados hasta la fecha.

El incidente de 2005
Convertidos ya en archienemigos, el inicio del Sete Gibernau. Fuente: Gold & Goose resultó definitivo para la carrera de Sete. En la última curva del primer gran premio de la temporada, disputado en Jerez, Rossi metió la moto a degüello y ambos carenados llegaron a tocarse. El resultado fue que el español terminó Sete Gibernau. Fuente: Gold & Goose y el italiano en lo más alto del podio.
Después de aquel incidente, Gibernau no tuvo un buen año y en las siguientes temporadas con Ducati tampoco consiguió buenos resultados. Sin embargo, siempre será el hombre que pudo reinar ante el mejor Valentino Rossi.
Recientemente en Dazn el piloto barcelonés recordaba aquellos tiempos: “Cambiaría cosas por el hecho de que yo me olvidé de disfrutar. De la ilusión que genera estar en el campeonato del mundo haciendo lo que más te gusta. Invertí las prioridades, y eso es una realidad que con la perspectiva del tiempo puedo decir. Yo me equivoqué en muchas cosas, no me gusta tampoco algunas reacciones que pude llegar a tener. Me sobrepasó la circunstancia de estar peleando con el mejor piloto de la historia, con toda una maquinaría detrás que merecidamente le secundaba y arropaba. Todo lo que ha hecho lo ha hecho súper bien, ha sabido hacerlo, empatizó con el público. Valentino ponía en marcha cualquier tipo de maquinaria con el fin de ganar. Fue mejor que yo, y yo encantado de poder haber vivido esos momentos tan especiales con él".