El Ángel de la guarda del motociclismo

Con dos ruedas haciendo las veces de alas, hay un Ángel velando por la seguridad de todos.

Nacho González

El Ángel de la guarda del motociclismo
El Ángel de la guarda del motociclismo

Cuando el mundial de motociclismo echó a andar, allá por junio de 1949 en la Isla de Man, un niño zamorano de poco más de dos años de edad ya jugueteaba por Vallecas, todavía ajeno a esa realidad que pronto habría de ser su casa.

El hecho es que, el Gran Premio de la República Checa que se disputa este fin de semana en Brno es el primero de toda la historia sin Ángel Nieto en el planeta tierra. Es más: desde aquel Gran Premio de España de 1964 en el que debutó en Montjuic con una quinta posición en la carrera de 50cc, si el Mundial de motociclismo ha tenido una constante entre el sinfín de variables de cada fin de semana, es la constante AN: Ángel Nieto.

La constante Nieto adquirió su valor definitivo en Silverstone, hace exactamente hoy mismo 33 años, cuando se inventó una argucia propia del motociclismo cheli en el que se curtió como piloto para dejar la cuantía de la constante en 12 1. Un valor imborrable e incuestionable. Sobre todo en España, donde se convirtió en semilla.

Porque, en España, solamente hay tres tipos de aficionados al motociclismo: los que se engancharon viendo correr a Nieto, los que se engancharon cuando Nieto dirigía un equipo y los que se engancharon escuchando a Nieto comentar las carreras.

El motociclismo se lo dio todo, y él, generoso, no dejó de devolvérselo nunca. Hizo del paddock su hogar. Era el sitio perfecto. Por un lado, rodeado de motos: su vida. Por otro, abierto, sin puertas, porque él nunca cerró la suya a nadie.

Si uno multiplica la constante Nieto por su número de victorias no podría ni acercarse a atisbar el número resultante de corazones que tocó durante sus 70 años de vida. Y no sólo en España. A nivel mundial, las personas que hicieron más que Nieto por el crecimiento, la expansión y el reconocimiento del deporte se pueden contar con los dedos de una mano. Y quizás hasta sobren cinco.

Nadie como él ponía a toda la afición de acuerdo. En el pasado Gran Premio de España, se acercó a su curva y se llevó la mayor ovación del fin de semana. Entregado, el público se desgañitaba coreando su apellido al unísono: “¡Nie-to! ¡Nie-to!”. El mito, honrado, aplaudía el gesto con la sinceridad que sólo otorga la grandeza de espíritu.

La magnificencia de alguien que lo ganó todo y, después, cuidó su deporte como nadie. Que tras haber sido el temible Nieto para sus rivales, quiso ser el dulce Ángel para todos los demás, rivales incluidos. Lo fue, lo es y lo seguirá siendo. Para siempre.

Contemplar las innumerables muestras de cariño nos hace pensar que es una falacia decir que Ángel se ha ido, porque sigue vivo dentro de tantas personas que ha alcanzado lo más parecido a la inmortalidad. Mientras el mundo del motociclismo se sumía en una pena absoluta, hermanándose en una comunión de dolor, en algún cielo, un Ángel llamaba a una puerta.

Con dos ruedas haciendo las veces de alas, ya está cuidando de todos los pilotos que se han quedado abajo. Puede que el GP de la República Checa sea el primero de la historia sin Ángel en el planeta tierra, pero de alguna forma sigue ahí. Velando por todos en el paddock.

Nunca el motociclismo había tenido mejor Ángel de la guarda.