La paradoja Phillip Island

Es uno de los circuitos que produce las mejores carreras, pero también da demasiados sustos.

Nacho González

La paradoja Phillip Island
La paradoja Phillip Island

Es uno de los circuitos favoritos para pilotos y aficionados. El trazado es una delicia donde las motos apenas pasan un par de segundos seguidos con las ruedas rectas. Existen puntos de adelantamiento donde ver hasta tres pilotos en paralelo incluso en las categorías de las motos más grandes. Curvas rápidas, enlazadas, subidas y bajadas. Una maravilla de diseño.

Como colofón, la presencia del mar al fondo y un cambio de rasante donde la moto se erige sobre un límpido horizonte convierten a Phillip Island en el escenario perfecto para convertir fotos en auténticas postales que bien podrían ilustrar el álbum de cromos de cada temporada en los distintos campeonatos que tienen la suerte de pasar por allí.

Una belleza estática y estética a la que, mediante la espectacularidad del movimiento, se añaden unas carreras inolvidables merced al componente de la emoción. Sirva como ejemplo la carrera de hace unos meses en MotoGP, disputada en grupo a imagen y semejanza de la de 2015. Dos de las mejores carreras que se recuerdan en la categoría reina compartiendo un hilo argumental cuyo origen no emana del guion, sino del decorado.

Un decorado que ha propiciado similar espectáculo en el Mundial de Superbike a lo largo de las últimas temporadas. Sobre todo, aquel 2015 donde un Jonathan Rea que se estrenaba con Kawasaki y un Leon Haslam vestido de Aprilia intercambiaban victorias milimétricas. Imposible no evocarlas cuando Marco Melandri batía al propio Rea en la madrugada española del sábado al domingo. 21 milésimas y miles de ojos como platos donde las legañas se evaporaron con el paso de las vueltas.

Lo sucedido este fin de semana en las antípodas es la demostración de algo que no es nuevo: los buenos circuitos propician buenas carreras. Da igual los inventos que se hagan para tratar de encontrar la emoción en las distintas categorías, tanto de MotoGP como del WorldSBK. Al final, nada funciona mejor que un buen trazado para poner al público en pie.

Por eso, Phillip Island lo tiene todo para compartir sobrenombre con templos como Assen y Jerez. Para ser la Catedral del Pacífico.

Y, sin embargo, que diría Joaquín Sabina, un rato cada día (o cada año) le engañaríamos con cualquiera. Con cualquier otro circuito en el que no se haga necesario tener que inventar toda suerte de juegos malabares para poder terminar una carrera sin sobresaltos con las gomas. Bastante componente de imprevisibilidad suponen las gaviotas como para tener que estar pendiente de si te va a estallar el neumático.

Lo vivió Kenan Sofuoglu durante el fin de semana, lo que se tradujo en una reducción de la carrera de Supersport. En la primera carrera de Superbike, el debut de Yonny Hernández en la categoría quedó destrozado por obra y gracia de sus gomas; que en un orden más leve de cosas hizo que Rea tuviese que aflojar para evitar males mayores hasta perder el podio y acabar quinto.

El susto de Hernández le dejó sin segunda manga, que tuvo que ser disputada en modo flag to flag con parada obligatoria entre las vueltas 10 y 12 de las 22 programadas.

Como si de una carrera de Fórmula 1 se tratara, entraron en juego las estrategias de cambios de neumáticos. Por suerte aquí si existen adelantamientos y la incidencia en la carrera de los pit stops fue escasa.

Salvo para el wild card local Daniel Falzon, que se durmió y entró una vuelta más tarde de lo estipulado, lo que se tradujo en una bandera negra que ilustraba su descalificación.

Exactamente lo mismo que le pasó a un tal Marc Márquez allá por 2013, en una carrera en la que pudo perder un título que tenía encarrilado y que había de colocarle en todos los libros de historia del motociclismo. Al final quedó en anécdota, pero aquello pudo cambiar la historia.

Seguro que lo recuerdan: Márquez fue descalificado por entrar a boxes una vuelta más tarde de lo estipulado en una carrera con flag to flag obligatorio en el ecuador de la misma.

¿El motivo? No se aseguraba la durabilidad de los neumáticos para la carrera completa. Igual les suena.

¿El lugar? Seguro que les suena. Se trata de un trazado icónico como pocos, de un decorado idílico como él solo... y, la que es su gran paradoja, criminal con los neumáticos como ningún otro: Phillip Island.

P. D: No se trata de señalar culpables, sino de buscar soluciones. El motociclismo actual no se puede quedar sin un circuito como Phillip Island; pero las mejores categorías del mundo no se pueden permitir que sus pilotos compitan con un ojo puesto en si el neumático va a estallar.