Cuando el suizo Thomas Luthi se despidió del Campeonato del Mundo de Moto2 a finales de 2021, mucha gente había medio olvidado dos aspectos totalmente contrarios de su trayectoria: uno tan negativo como el hecho de compartir con el checo Lukas Pesek el honor de ser los pilotos con más carreras disputadas en MotoGP sin lograr un solo punto: las 18 que disputó en 2018 con la Honda el EG 0,0 Marc VDS.
El otro sí pasó a ser mucho más recordado al anunciar su adiós. Se trata del título mundial de 125cc conseguido allá por 2005 logrado ante rivales como Mika Kallio, Gabor Talmacsi, Mattia Pasini o Marco Simoncelli; en el que cuajó una temporada fantástica con cuatro victorias y ocho podios. Curiosamente también con Honda, la del Elit Grand Prix, luego Caffe Latte.
Esas dos temporadas, separadas por 13 años, fueron el alfa y el omega de una trayectoria deportiva donde la letra griega que más podría identificarle es la beta. Tanto por sus resultados, plagados de segundas y terceras posiciones, como por la categoría en la que desarrolló la gran parte de la misma: la intermedia. Primero en 250cc y luego en Moto2.
Su adaptación al cuarto de litro fue lenta y progresiva, logrando apenas un par de podios en tres temporadas con la Aprilia. Sin embargo, el cambio a Moto2 le sentó de maravilla y no tardó en sacarse las oposiciones para conseguir plaza fija en el cajón… aunque el escalón más alto le solía ser esquivo.
A cinco podios en 2010 con la Moriwaki le siguieron otros cuatro en 2011 con la Suter… y solamente el último de ellos fue una victoria, en el fatídico Gran Premio de Malasia en el que falleció Simoncelli un rato después. Meses más tarde lograría un nuevo triunfo en Francia y parecía postularse como candidato al título.
No solo no fue así (terminó cuarto como en 2010), sino que comenzó una sequía victoriosa de más de dos años mientras, cómo no, seguía coleccionando podios. Acabó con ella en Japón 2014 y volvió a ganar tanto en Valencia de ese mismo año como al siguiente en Le Mans, su trazado fetiche. Aun así, seguía muy lejos de luchar por los títulos.
Eso cambió en 2016, cuando tras ganar la carrera inaugural en Qatar firmó una primera mitad de año para olvidar y se transformó al final de curso, logrando tres victorias y terminando como subcampeón tras Johann Zarco en un preludio del 2017 en el que rozó el título tras arrancar el curso con siete podios (cinco segundos y dos terceros) en ocho carreras.
Paradójicamente, cuando empezó a ganar carreras empezó a perder el campeonato, ya que tras dos victorias en cuatro carreras no volvió a pisar el podio y acabó lesionado y viendo por la tele cómo Franco Morbidelli le dejaba sin su mejor ocasión. Para entonces ya había firmado su salto a la categoría reina sin saber que viviría un año para olvidar.
Una lesión le dejó sin pretemporada y comenzó a pie cambiado, con una moto que estaba muy lejos de las oficiales y sin demasiada suerte, ya que acabó el año con cero puntos tras haber finalizado 16º hasta en cinco ocasiones. Decidió retornar a Moto2 y volvieron los podios e incluso una victoria más, acabando tercero en ese 2019, el que sería su último gran año.
Dos temporadas después decidió colgar el casco con un palmarés envidiable adornado por un título mundial y 17 victorias, que podría haber sido muchísimo más impresionante al añadir dos subcampeonatos y la friolera de 65 podios totales; especialmente en Moto2, donde tiene un récord absoluto de podios (53) que será muy difícil de igualar.