Scott Redding: Talento desnudo

Píldoras 2019, capítulo 17: Scott Redding, campeón del British Superbike.

Scott Redding (Foto: Ducati).
Scott Redding (Foto: Ducati).

Hay dos cosas muy claras en el motociclismo: que una sola temporada puede marcar, para bien o para mal, el devenir del resto de tu carrera deportiva; y que a veces lo mejor que se puede hacer es alejarse de los focos para empezar/volver a brillar con luz propia. El caso del británico Scott Redding sirve para ilustrar ambos supuestos.

Cómo no recordar lo sucedido en el Gran Premio de la Comunidad Valenciana del pasado 2018, cuando lo perdió todo… menos los calzoncillos. Una mala temporada con la Aprilia le había hecho perder, hacía tiempo ya, su sitio en MotoGP de cara a 2019. Para colmo, horas antes de su despedida, el joven turco Can Oncu vencía la carrera de Moto3 y borraba su nombre de los libros de historia como el ganador más joven de un GP.

Con su habitual carácter extrovertido y fiestero, Redding convirtió en su adiós en una fiesta, despojándose de su mono en pista y quedándose en pelota picada. Sin embargo, bajo el ambiente festivo de su celebración subyacía una dura realidad: con apenas 25 años, edad a la que muchos todavía llegan a la clase reina, tenía que decir adiós al paddock que había sido su vida durante once años.

Once años en los que habíamos visto a Redding hacerse mayor, desde aquel quinceañero que sorprendió bajo la lluvia de Donington para llevarse una victoria incontestable y dejar en segundo plano el primer podio de un tal Marc Márquez. Era 2008, parece tan lejano.

Ganó muy pronto y creció rápido, tanto en lo físico como en la escalera mundialista: en 2010 saltó a Moto2 con apenas 17 años. Dos podios el primer año no encontraron continuidad en el segundo y, pese a su irregularidad, el Marc VDS confió en él: conocían su velocidad. Un buen tercer año dio paso a un 2013, donde se convirtió en subcampeón del mundo tras un Pol Espargaró mucho más maduro.

Sin título pero con un contrato en MotoGP, estaba donde quería. Debutó con la Honda Open de Gresini y al año siguiente volvió al Marc VDS: en Misano fue parte del primer podio de la historia de MotoGP con tres pilotos procedentes de Moto2 (tercero tras Márquez y Bradley Smith). El Pramac se fijó en él. Paso a paso. Hizo otro podio, pero cuando el equipo creó una ‘liguilla’ entre él y Danilo Petrucci para ganarse una GP17 en 2017, se diluyó.

Un año discreto le llevó a Aprilia, donde la RS-GP terminó de condenarle. Casi sin saber cómo había pasado, estaba fuera de MotoGP. Su talento le había servido para llegar, pero había sido insuficiente para mantenerle.

Tras desnudarse en Valencia puso rumbo al BSB. Allí partía de cero, sin nada. Sin los focos de MotoGP, sin adornos, sin dobleces. Pure racing. Allí, con las motos de serie más puras que hay, se despojó de toda la presión que llevaba arrastrado desde los quince, dejó su talento desnudo y se llevó el título. Ya mira al WorldSBK.

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