El motociclismo no siempre ha sido justo con los buenos pilotos, dejando a las puertas del triunfo a unos cuantos que tenían mucho talento. Ya fuera por malas decisiones personales, por no contar con mejores motos o por pura mala suerte, lo cierto es que son muchos los que no consiguieron tantos trofeos o campeonatos como se merecían. Y uno de ellos, sin lugar a dudas, fue Carlos Cardús.
Este barcelonés nacido en septiembre de 1959 dio todo lo que tenía sobre la moto y estuvo a punto de conseguir el Campeonato del Mundo de 250 cc en 1990, pero nada salió bien en una última carrera que tiempo después estuvo marcada por la sospecha.
Velocidad en las venas
De lo que nadie pudo dudar durante la trayectoria del “Tiriti” Cardús fue de que era muy rápido. Sobre la moto no hacía concesiones. Su estilo era agresivo, de esos que hacían levantarse del asiento y llevarse las manos a la cabeza. Claro que ese modo de pilotar también le trajo alguna que otra caída peligrosa.
Como suele ocurrir con todos los campeones, Cardús no tardó en brillar en categorías inferiores, al igual que hacían por la época “Aspar” o Sito Pons, los otros nombres propios de la década de los 80. Así, las victorias en sucesivos campeonatos nacionales y europeos llevaron a Cardús al meollo de la cuestión, al Mundial de Motociclismo, en 1983.
Después de tres años compitiendo en 250 cc con JJ Cobas y sin opciones de llegar a los puestos de cabeza, dio el salto al equipo Campsa Honda de Sito Pons en 1986. Después de una temporada irregular, en 1987 consiguió sus primeros podios y la certeza de que podría dar más sobre la moto. En 1988, el año del duelo Pons-Garriga, él debía ser el tercero en discordia. Sin embargo, un accidente en el GP de España en el que perdió el casco casi acabó con su vida.
Recuperación y directo al subcampeonato
Después del gran susto y la conscuente lesión, tuvo la oportunidad de recuperarse e ir mejorando sus prestaciones sobre la moto. Ya en 1989 consiguió ser cuarto en el campeonato y ganar su primer GP, en su pista fetiche de Le Mans. Estaba preparado para el mayor reto de todos.
La temporada 1990 no contó con Sito Pons, dominador de los dos mundiales anteriores, ni con Joan Garriga, pero sí con un barbilampiño John Kocinski, un joven estadounidense muy veloz que traía de serie mal carácter. Así que Cardús se puso manos a la obra y realizó una gran temporada, firmando cuatro triunfos y mostrando una regularidad que le llevó a liderar el campeonato a falta de una carrera.
Las sospechas de Cardús
En la última cita de 1990, al piloto español le bastaba con quedar segundo en caso de que Kocinski ganara. No resultaba nada descabellado, pero los problemas que tuvo en el anterior GP de Hungría le hacían no tener todas consigo.
En la salida, Kocinski se puso primero, seguido por Bradl… y en el momento más inoportuno, la moto de Carlos Cardús falló, echando al traste cualquier opción que tuviera. Aquello supuso un auténtico jarro de agua fría para el carácter indómito del barcelonés, que tiempo después apuntaría que un posible caso de sabotaje interno.
Sea como fuere, aquel fue el momento culmen de la carrera de Cardús, quien al año siguiente solo pudo ser tercero, pero sin conseguir victorias en GPs. Poco a poco su carrera se fue apagando y terminó retirándose con el convencimiento generalizado de que sus dotes se habían merecido un mejor palmarés.
